Government warning about alcohol - Advertencia del gobierno acerca de alcohol

Government warning about alcohol - Advertencia del gobierno acerca de alcohol

von: Rocío Carreras

GRP, 2019

ISBN: 9786072913141 , 232 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: DRM

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Preis: 10,99 EUR

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Government warning about alcohol - Advertencia del gobierno acerca de alcohol


 

 

1
¿ALGUNO DE USTEDES
HA CONSUMIDO DROGAS?


Hace aproximadamente doce años asistí por primera vez a una conferencia sobre el consumo de drogas. El conferencista dijo:

—Levante la mano la persona que no consuma drogas.

De los más de 100 asistentes que estaban ahí fui la única que, ingenuamente, lo hizo.

—¿Solo la señora? —preguntó el conferencista.

Voltee a mi alrededor y, para mi asombro, sí, yo era la única que tenía levantada la mano.

—A ver, señora, ¿está segura de que no consume drogas?

Con toda la seguridad del mundo, respondí:

—Nooo, nunca, ¡ni las conozco! Yo nunca he andado en eso.

—¿Ah, no? —preguntó.

—No —dije aún más que segura de mí misma.

—A ver, ¿en qué escuela estudió?

—En el Sagrado Corazón —respondí con mucho orgullo.

—¿Ha viajado?

—Sí.

—¿Y nunca le han ofrecido alguna droga? —insistió.

—Que no, ya le dije que yo las drogas ni las conozco. Nunca me ofrecieron ni siquiera marihuana. No fumo, ni siquiera he visto la marihuana en toda mi vida, no sé cómo es. Y eso que estudié un año en Estados Unidos, cuando tenía 13 años. De verdad, no las conozco, nunca me las han ofrecido, no sé cómo son.

—Si ha viajado, seguro ha asistido a restaurantes.

—Sí —asentí.

—¿Y alguna vez ha comido un platillo acompañándolo con una copa de, digamos, buen vino?

—Sí.

—¿Con qué frecuencia?

—A veces, alguna comida o cena de fin de semana, o cuando salgo de viaje con mi esposo, en las bodas o fiestas similares.

—Bueno, los vinos tienen alcohol, y el alcohol es una droga.

Y las drogas son, esencialmente, veneno. ¿Me va a decir que no lo sabía?

—No, de verdad, no.

Como dicen los adolescentes, “qué oso me aventé”. Sin embargo, en ese momento acudieron tantas cosas a mi mente relacionadas con el alcohol que empecé a prestar toda mi atención a la conferencia y, definitivamente, haber asistido a ella ha sido uno de los grandes aciertos de mi vida, al punto que nunca voy a arrepentirme de haberlo hecho.

No daba crédito a lo que había escuchado ahí. Bonita ignorancia. Y yo que había ido a la conferencia para estar informada, cuidarme y cuidar y prevenir a mi familia de las drogas por lo mucho que se ha puesto de moda el tema, y me salen con que todas las bebidas alcohólicas, incluidos los elegantes vinitos, son droga... vaya, ¡hasta la champaña!

Mientras conducía de regreso a casa recordaba muchas cosas de mi pasado relacionadas con el tema... En las navidades que pasábamos con mis abuelitos en compañía de la familia hasta los menores de edad probábamos la típica sidra con la que suele brindarse. Es decir, había yo consumido droga, en su modalidad de alcohol, desde las primeras fiestecitas de 15 años y pregraduaciones, graduaciones de secundaria y preparatoria, y eso que era menor de edad. Naturalmente, no sabía realmente qué era el alcohol que contenían las bebidas que ingeríamos entonces.

Desde la década de 1970 era “normal” beber una cantidad mínima, algún vasito con refresco de cola y un poco de ron, o vodka y agua quinada. En esa época, en México todavía no era muy bien visto que las mujeres bebieran alcohol. No era el consumo excesivo que se llega a ver ahora, definitivamente, pero lo había. Me consta. Los padres no nos reprendían por ello.

Lo normal era que en las fiestas, o sea, esporádicamente, se consumiera: fiestas de adolescentes, 15 años, bailes de sociedad, en todos ellos se ingería alcohol sin disimulo.

En esa época se bebía públicamente y ni quien te dijera que no, o te negara la venta o consumo por ser menor de edad, ni siquiera te pedían identificación para corroborar la edad antes de servírtelo, ofrecértelo o vendértelo. En México y en muchos otros países, esto sigue sucediendo hasta la fecha. Está realmente implantado en las costumbres y la sociedad.

A los 16 años visité España con mis padres y en ningún lugar me pidieron identificación antes de servirme vino de mesa, aun cuando era menor de edad. Ahí se acostumbraba servir vino de la casa en los restaurantes, en jarritas, sin ninguna etiqueta. Elaborado por los mismos restauranteros, al menos eso decían.

No se imaginaba siquiera que los menores de edad no deberían beber alcohol. En las fiestas y bailes se consumía sin tener en cuenta la minoría de edad. Como si nada, muy normal. Nunca había pasado por mi mente que el alcohol fuera una droga, y ni siquiera sabía a ciencia cierta lo que esa palabra en realidad quería decir, su verdadero significado.

Las veces que lo llegué a beber nunca fue con la intención de drogarme, perjudicarme o dañarme. Seguí las costumbres, lo que veía hacer a los demás. Como contagio. Sin razonar. En realidad, siempre fui deportista y siempre me ha gustado estudiar y trabajar. Trato de comer sano, beber sano. Sin embargo, el implante de las bebidas alcohólicas en la cultura, la sociedad y las costumbres ahí estaba y ahí persiste. Una fiesta sin alcohol no es fiesta, en México y muchas partes del mundo. Desde las personas más humildes hasta las familias reales lo acostumbran.

Fui lo que se podría considerar moderada, pero lo llegué a beber. Y no se diga si era dulce. No faltó quien me ofreciera rompope, algún licor y hasta uno que otro ruso negro o ruso blanco, hechos con licor de café solo o con vodka, o licor de café y leche evaporada, con mucho hielo. Sangrías elaboradas con vino tinto y agua de limón. O vinos de mesa durante la comida o la cena. Probé el mezcal, típico de mi tierra. Tequila también, con jugos y granadina, o con refresco de toronja. El famoso tequila sunrise, coctel que se volvió famoso en los hoteles de las playas de México.

Cerveza, obscura y clara. Una que otra mimosa, champagne con jugo de naranja. Consumí alcohol, moderada y esporádicamente, como se acostumbraba de manera general, en reuniones sociales y en fines de semana en alguna comida o cena. Como la mayoría de la gente en el lugar en que vivía. En salidas de fin de semana con la pareja.

Sin embargo, debo ser franca: nunca me metí en problemas por beber alcohol. Me dedicaba y me dedico a atender mi hogar, cuidar de mi familia, trabajar y estudiar.

En México, a finales de la década de 1960 empezaron a ponerse de moda las discotecas; en la de 1970, los ladies bar, ladies night o ladies free night; en las de 1980 y 1990 se extendió lo anterior, sobre todo en las playas y centros turísticos.

Me di cuenta de que el consumo de alcohol ya no sólo se presentaba en las fiestas de escuela o en la casa de los amigos, sucedía en las fiestas de 15 años en las discotecas con barra libre, los fines de semana de fiesta o en lugares de baile. Se bebía en las playas, como si nada, se servía alcohol sin restricciones a los menores de edad. No había limitantes de entrada para ellos en las discotecas de moda de Ixtapa, San Miguel de Allende, Acapulco, Puerto Vallarta, Cancún, Mazatlán y demás ciudades de México. Y eso se repetía en los hoteles para vacacionar con todo incluido, que sin falta ofrecen barra libre, y que se hallan en muchos lugares del mundo, no sólo en México. Se servían bebidas alcohólicas a todos, sin importar la edad, el sexo ni la condición social. Al gusto y riesgo de cada cual. Y esa costumbre perdura.

Hoy, lo más común es ver lo mismo en los famosos antros y restaurantes con bar. Lo he presenciado, lo he vivido, lo he observado, nadie me lo contó.

Cantina abierta para todo mundo. He observado que no hay reunión de amigos o amigas, comidas o cenas donde no haya bebidas alcohólicas, al menos un elegante vino de mesa. En algunas reuniones cada invitado lleva su botella, ya sea de vino o de otro tipo de bebida alcohólica. Y la cantidad casi nunca es moderada, sino más bien excesiva, al gusto y riesgo de quien lo quiera.

Repito, esto no se presenta sólo en México. Lo he atestiguado en muchos lugares del mundo. Se acostumbra beber alcohol. Es la moda.

Pero decía que a partir de esa conferencia comencé a cobrar conciencia de este problema. Sin duda, la información que recibí ahí mejoró mi vida personal. Droga. Veneno. Me preguntaba yo misma en dónde había quedado la inteligencia que creía poseer. Mi raciocinio. Mi verdadera conciencia.

Entonces, sin darnos cuenta, bebíamos droga prácticamente todos, aun en mínima cantidad, no había y no hay acto social alguno, fiesta, boda o lo que fuere, sin que se ofrezca alcohol. Son muy contadas las excepciones en México y el mundo.

Entonces, ¿por qué nos escandalizamos con las drogas? Que si la cocaína, que si la mariguana... La sola palabra, droga, asusta. Y muchos no sabemos el verdadero significado de la palabra. Escuchamos en las noticias acerca de los problemas del narcotráfico, tantas y tantas muertes ocasionadas por el trasiego de drogas y no sabemos, como yo cuando acudí a la conferencia, que el alcohol es una de ellas. Si bien legal, droga al fin y al cabo.

Independientemente de los cambios en el comportamiento de las personas que ingieren alcohol (mareos, dolores de cabeza y hasta intoxicaciones que pueden llevar al vómito), los cuales hasta un niño nota, el consumo de droga evidentemente es perjudicial para la salud, sin importar la cantidad que se ingiera, por mínima que sea.

En mis años de estudiante jamás recibí en el colegio una charla, conferencia u otro tipo de información al respecto. Tampoco mis hijas mayores la tuvieron en las escuelas a las que acudieron. Ni mis padres, ni mis maestros, u otro adulto mayor que yo, me dijeron que el alcohol era una droga. No...